El tema no es nuevo. Se repite sistemáticamente en períodos largos, medianos o cortos. La violencia forma parte de la vida del fútbol argentino y, aunque se habló y escribió hasta el cansancio sobre el tema, esta parece ser una historia sin fin.
El Superclásico que se jugará pareció ser la excusa perfecta para que el presidente Mauricio Macri se anime a desafiar la postura de los organismos de seguridad que decidieron hace varios años prohibir la presencia de hinchas visitantes en la mayoría de los estadios argentinos. Todos dieron por hecho que eso se mantendría cuando se enfrenten Boca y River. Sin embargo, la máxima autoridad del país se animó a romper esas barreras y pidió que se permita la presencia de visitantes en ambos encuentros.
Apenas unas horas después comprobó que sus deseos se estrellaron contra la realidad. Los propios dirigentes le hicieron saber que en nuestro país hay costumbres que no desaparecen de un día para el otro. Los dos clubes se unieron para explicar que no era el momento para tomar una decisión de esa naturaleza. Conclusión: en La Bombonera y en el Monumental sólo asistirán hinchas locales.
Como una mueca cruel del destino, mientras desde el Gobierno se buscaba la presencia de hinchas visitantes en el Superclásico, la violencia generó dos muertos y decenas de heridos en partidos que se jugaron en Santa fe, Quilmes (por la Superliga) y en Jujuy (por el Nacional B).
Tucumán no es una isla en lo que agresiones y situaciones reñidas con las reglas se refiere. Hace poco, un partido del torneo de la Primera B local se suspendió por la agresión que sufrieron los integrantes del plantel de La Florida por parte de seguidores de San José antes de llegar al estadio de este último club.
El domingo pasado, simpatizantes de Ñuñorco llegaron hasta la cancha de Villa Mitre para alentar al equipo que se jugaba la clasificación para las semifinales del Anual liguista. Hasta ahí nada extraño. Sin embargo, la presencia de esos hinchas monterizos estaba prohibida. Ellos decidieron desafiar las reglas.
El responsable del operativo se puso firme e informó que el partido no se jugaría si los hinchas visitantes se quedaban en la tribuna. Algunos se retiraron, y otros no. El partido comenzó con una hora de retraso. Dicen que el llamado telefónico de un importante funcionario obligó al hombre de seguridad a modificar su postura inicial. ¿Para qué se dice algo si después se hará lo contrario alentado desde el Gobierno?
El denominado folclore del fútbol tiene su lado oscuro. La lluvia de papeles que cayó sobre La Ciudadela trajo consecuencias económicas para San Martín que recibió una fuerte multa por el accionar de sus hinchas. La sanción fue tan fuerte que los directivos pidieron que no se arrojen elementos a la cancha. Uno de esos rollos fue utilizado durante el partido para intentar agredir a un jugador visitante. A todo esto, ¿quién permitió que estos elementos ingresen a las tribunas? ¿Acaso los operativos fallan o las fallas están en quienes deben pensar con seriedad y sin dejarse llevar por los colores cada presentación del “Santo” como local en la Superliga?
En el último de los casos, no caben dudas de que la fiesta y el folclore forman parte del espectáculo futbolístico, pero esto siempre y cuando no se crucen los límites de la tolerancia. De lo contrario, los platos rotos siempre los paga la institución.